miércoles, 26 de octubre de 2016

Kigali (Ruanda)

La capital de Ruanda usa el desarrollo urbanístico sostenible como palanca para paliar la pobreza y la desigualdad de género, y mejorar la salud.

Desde 2013, Kigali tiene lo que sus gobernantes llaman un Master Plan, una guía para conseguir una ambiciosa lista de aspiraciones en 2020: una red de transporte sostenible, viviendas asequibles, grandes infraestructuras, carreteras, saneamiento mejorado... con la “excelencia urbanística” como bandera y la atracción de inversores como objetivo último. Pero fue mucho antes, en 1994, cuando la ciudad comenzó su reconstrucción física y humana, después del genocidio en el que más de un millón de personas fueron asesinadas a machetazos por sus vecinos en todo el país —unas 250.000 en Kigali— y cualquier atisbo de población quedó reducido a escombros en solo 100 días. Hay un antes y un después. Desde entonces, se mira al futuro sin olvidar el pasado. El memorial dedicado a las víctimas, los programas de sensibilización sobre derechos humanos y el férreo (y criticado por organizaciones defensoras de los derechos humanos) control de actitudes sospechosas de incitar al odio son buena prueba de que el país no quiere repetir su historia.