Al celebrarse en Málaga el I Festival de Filosofía, los aquí reunidos dirigen esta carta a los emigrantes y refugiados llegados a la costa del Mar de Alborán:
Desconocidos compatriotas:Hoy sabemos que el anfitrión más generoso no podrá aliviar vuestra penalidad.
Podríamos daros la bienvenida, ofreceros alojamiento, impedir que la escasez os obligue a la mendicidad, que la incertidumbre os imponga nuevos temores, podríamos impedir que seáis tratados como intrusos y concederos el estatuto de ser refugiados de pleno derecho.
Lo que no podemos es encontrar lo que habéis perdido por el camino.
No sabemos dónde buscarlo ni cómo podemos devolvéroslo.
Eso no podemos hacerlo.
En realidad, y vale la pena confesarlo ahora, ni siquiera hemos podido convencer a nuestros gobiernos para que os abran la puerta de Europa.
Tampoco hemos conseguido que nuestros conciudadanos asustados por ignorancia y hostilidad, os den a mano.
Lo cierto es que vuestra llegada nos ha hecho dudar seriamente de nuestra consistencia, de nuestra razón, de nuestra utilidad.
Os hemos visto llegar extenuados, espantados por la violencia, humillados por la persecución. Y en este momento crucial de gran trastorno hemos descubierto que no somos capaces: no hemos puesto remedio a vuestro estado de necesidad, no hemos puesto fin a vuestra indigencia. No hemos sabido.
Vuestra llegada ha revelado la naturaleza de nuestra verdadera condición política: la impotencia.
Como filósofos debemos agradeceros que hayáis traído en vuestro equipaje la más valiosa mercancía que podíamos esperar, la revelación de una molesta verdad: apenas hemos servido para nada.
Podemos proclamar, eso sí, podemos proclamar que el filósofo es hierofante del mundo entero.
Que del mismo modo que abolimos en su día los privilegios de nacimiento, podemos abolir ahora los privilegios del lugar de nacimiento. Podemos negar solemnemente que nacer en un lugar sea fortuna y nacer en otro, calamidad.
Podemos proclamar que la condición humana no conoce fronteras.Que el Mar Mediterráneo no es una gigantesca fosa común para hombres y mujeres sin nombre ni rostro.
Que el extranjero lleva en su lengua el derecho a ser dicha en cualquier lugar.
Que la cultura nació al comienzo de la historia como fruto de un gran mestizaje.
Que la Justicia declara en su edicto fundacional el derecho de cada uno a vivir dónde y cómo desee.
Podemos declararnos junto a vosotros compatriotas del único lugar al que en verdad pertenecemos: la patria tierra, la patria mundo, el hogar de los seres nacidos para vivir, la casa común de la dignidad.
Por todo ello os pedimos indulgencia. Permitid que lo intentemos de nuevo: que obliguemos a nuestros gobiernos, que convenzamos a nuestros ciudadanos, que los movilicemos para hacer de Europa la primera Patria de la Humanidad.
Desconocidos compatriotas: os pedimos por favor un poco de tiempo.
Gracias.
Málaga, 18 de noviembre de 2017