Instantaneamente Prochazka fue desacreditado: porque en privado, una persona dice todo tipo de cosas, agravia a sus amigos, usa lenguaje soez, actúa como tonto, hace bromas sucias, se repite a sí mismo, celebra con risotadas sorprendiéndolo con un hablar extravagante, deja flotar ideas herejes que nunca admitiría en público, etcétera.
La realidad está dividida para cada uno de nosotros en los ámbitos público y privado, cuyos dominios pueden comunicarse, pero no confundirse. Es falso el argumento de que quien no esconde nada nada tiene que temer. Según Rosen, “la libertad es imposible en una sociedad que se niega a respetar el hecho de que actuamos distinto en privado que en público.”
La necesidad de controlar a distancia a la población, por desgracia, es parte del teatro político desde siempre: en la actualidad, las sociedades totalitarias pueden entronar rápidamente a personajes amenazantes e irresponsables (como Donald Trump) que no saben de respeto por la privacidad y la libertad, o en los linchamientos mediáticos que vivimos casi a diario en redes sociales a causa de comentarios o información fuera de contexto. Cuando la sociedad de la vigilancia se instaura, la transformación de lo público en privado, o como dice Kundera, “esta transformación de sujeto a objeto, se experimenta como vergüenza.”
Cultura inquieta