Algas, peces y crustáceos se ven sometidos diariamente a una gran cantidad de horas de sol; la evolución propició que desarrollaran un escudo natural que absorbe los rayos solares y los protegiera del sol. Partiendo de esta base, los científicos utilizaron microsforinas, una sustancia química procedente de algas del Mediterráneo con la capacidad de bloquear la radiación solar.
“Para poder usar las microsforinas, necesitamos poderles dar una forma física y disponer de un sustrato en el que engancharlas. Lo novedoso de nuestro estudio es que hemos usado el quitosano como base. Y es la combinación de ambos productos lo que tiene valor”, explica Ana Alonso, coautora del estudio.
El quitosano es un material que se encuentra en el exoesqueleto de los crustáceos y también es considerado un producto “verde”, por lo que no necesita de síntesis artificial para su obtención. “Además, proceden de fuentes prácticamente inagotables, no dejan residuos que haya que procesar de forma artificial para eliminarlos,y que suponen una amenaza para la biodiversidad marina, como sí ocurre en la actualidad con las cremas cosméticas comerciales, y han demostrado ser muy eficientes en el bloqueo de la radiación ultravioleta, tanto la A como la B”, añade Alonso.
Muy interesante