viernes, 27 de abril de 2018

J. Butler


Aparte de expresar mi repugnancia y asco hacia todos los participantes en cada una de las agresiones que ayer, hoy y mañana tienen lugar (implicados, colaboradores, formadores, alentadores, sociedad e incredulidad judicial) propongo revisar un sistema de creencias no inherente al ser humano sino aprendido y transmitido de generación en generación sin ningún tipo de reflexión al respecto. 
 
Y es que la cosificación de la mujer no sólo es degradante, sino que puede tener una plasmación muy material y dramática al estar ligada a un ansia por dominar todo lo femenino. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que allí donde hay deshumanización de mujeres hay también una mayor probabilidad de agredirlas sexualmente o someterlas a tratos vejatorios, según algunas investigaciones. A pesar de que, por definición, pueden cosificar tanto hombres como mujeres, este dato no deja de ser alarmante.


La estructura de las creencias es tan fuerte que permite que algunos tipos de violencia se justifiquen o ni siquiera sean considerados como violencia. Así, vemos que no se habla de asesinados sino de bajas, y que no se menciona la guerra sino la lucha por la libertad.

Judith Butler