martes, 10 de abril de 2018

Heinz y los tomates

Hasta que se empezaron a comercializar híbridos en la primera mitad del siglo xx, no existían grandes empresas de semillas, ya que estas eran un bien común de quienes cultivaban la tierra, las seleccionaban, las extraían en cada cosecha y las intercambiaban y vendían a pequeña escala. Pero, además, con la aparición de las multinacionales de semillas, se promulgaron las primeras leyes de propiedad intelectual relativas a la multiplicación de plantas cultivadas, que otorgan derechos sobre reproducción a quienes tienen la propiedad de la variedad. La propiedad de una variedad la obtiene la persona o la empresa que la registra y, por el coste y burocracia que supone, casi todas las semillas suelen ser propiedad de la segunda. De esta forma, cualquiera que desee multiplicar las semillas debe pagar una cantidad cada año o comprarlas a la empresa autorizada, con multas y penas de cárcel en caso de incumplimiento, como le ocurrió a un vecino de Moguer (Huelva), que fue condenado en 2015 a seis meses de prisión e inhabilitación especial como autor «criminalmente responsable» de multiplicar plantas de una variedad de fresa protegida (Europa Press 2015).

Según explica la web de Heinz, la empresa lleva mejorando la calidad de sus semillas desde 1936. Actualmente, ofrecen variedades con distintos calibres, adaptadas a climas áridos y húmedos, con diferentes contenidos de azúcares y con resistencia al ataque de diversos hongos y virus. Lo que no explican es que estas aptitudes solo se pudieron obtener a partir de unos tomates mejorados durante miles de años gracias a la dedicación gratuita de generaciones y generaciones campesinas. Precisamente, otro de los puntos negros de las leyes de semillas es que para lograr el derecho de propiedad no se tiene la obligación de explicar de dónde se obtiene el material para la mejora (Correa 2015).

Esta realidad se vuelve tétrica cuando conocemos que actualmente Kraft Heinz Company es una de las principales promotoras de la asociación «Rise Against Hunger» (www.riseagainsthunger.org) que tiene una «curiosa» fórmula para luchar contra el hambre. Periódicamente patrocina eventos benéficos para que la gente compre comida en los supermercados y la done a organizaciones de ayuda alimentaria, acciones que son frecuentes también en el Estado español de la mano de la Fundación Banco de Alimentos. Mediante estos eventos supuestamente altruistas, son las personas quienes ponen los recursos económicos, mientras que las empresas se aseguran de que tienen clientes comprando sus productos y una excelente campaña de imagen servida en los principales medios de comunicación.

Está en nuestras manos utilizar el gran poder de la alimentación no solo por cuestiones de salud, sino también para crear un nuevo modelo económico que favorezca a las personas y al territorio. Para ello es necesario reducir la compra de comida procesada, abastecernos directamente de las fincas de producción, en pequeños comercios, mercados o grupos de consumo e implicarnos en las iniciativas y movimientos que promueven estas formas de alimentación. Y, sobre todo, cuestionar los alimentos baratos e informarnos en medios de comunicación independientes.

¿De verdad quieres participar en la siembra de tomates de Heinz y en todo lo que implica? Muy cerca de donde vives seguro que hay huertos urbanos o proyectos agroecológicos que te regalarán semillas mucho más valiosas. Y la música y el cariño se lo pones tú.
Soberanía alimentaria