En nuestras sociedades el
petróleo
y sus derivados son imprescindibles como fuente de energía y para
la fabricación de múltiples productos de la industria química,
farmacéutica, alimenticia, etc.
Por otro lado, alrededor del 0,1 al 0,2% de la producción
mundial de petróleo acaba vertido al mar. El porcentaje puede parecer
no muy grande pero son casi 3 millones de toneladas las que acaban contaminando
las aguas cada año, provocando daños en el ecosistema marino.
Los diversos ecosistemas reciben petróleo e hidrocarburos,
en cantidades diversas, de forma natural, desde hace millones de años.
Por esto es lógico que se encuentren muchos microorganismos capaces
de metabolizar el petróleo y que sea frecuente el que muchos seres
vivos sean capaces de eliminar el absorbido a través de la cadena
alimenticia. No parece que es muy importante la amenaza de bioacumulación
del petróleo y los productos relacionados en la cadena alimenticia,
aunque en algunas ocasiones, en localidades concretas, puede resultar una
amenaza para la salud, incluso humana.
Hay diferencias notables en el comportamiento de diferentes
organismos ante la contaminación con petróleo. Los moluscos
bivalvos (almejas, mejillones, etc.). por ejemplo, muestran muy baja capacidad
de eliminación del contaminante y, aunque muchos organismos (algunos
peces, por ejemplo) no sufren daños importantes con concentraciones
del producto de hasta 1000 ppm, algunas larvas de peces se ven afectadas
por niveles tan bajos como 1 ppm.
Las aves y los mamíferos se ven afectados por la
impregnación de sus plumas y piel por el crudo, lo que supone su
muerte en muchas ocasiones porque altera su capacidad de aislamiento o
les impermeabiliza.
Los daños no sólo dependen de la cantidad
vertida, sino también del lugar, momento del año, tipo de
petróleo, etc. Un simple vertido de limpieza de tanques de un barco
-el Stylis- mató en Noruega a 30 000 aves marinas en 1981, porque
fue arrastrado directamente a la zona donde estas aves tenían sus
colonias.
La mayoría de las poblaciones de organismos marinos
se recuperan de exposiciones a grandes cantidades de petróleo crudo
en unos tres años, aunque si el petróleo es refinado o la
contaminación se ha producido en un mar frío, los efectos
pueden durar el doble o el triple.
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