sábado, 23 de noviembre de 2019

Clopirifós

France24



No se conoce porque de eso no se habla. Pero está en el ambiente, en los alimentos que ingerimos y, por lo tanto, en nuestros cuerpos. Las consecuencias de la exposición son brutales: ataca el sistema nervioso provocando desde incoordinación motora hasta la muerte por asfixia. También puede causar retraso en la maduración embrionaria; deterioro del crecimiento y de la reproducción; cambios comportamentales y neurológicos; deformidades y mortalidad a largo plazo. Es considerado, además, un poderoso cancerígeno, porque genera daños a nivel del ADN. Se trata del clorpirifós, un insecticida que se aplica en dosis industriales en el campo argentino y que a través de distintos mecanismos de transporte y diseminación, llega a los sistemas de agua. "Es peor que el glifosato", advierten los especialistas.

El clorpirifós es un plaguicida organofosforado de amplio espectro, que se aplica para el control de numerosas plagas –insectos y ácaros–, principalmente en cultivos de soja, maíz, trigo y girasol. Según datos oficiales, fue el insecticida más usado en 2017: sólo ese año se importaron más de 278 millones de kilos de plaguicidas por los que se pagaron algo más de 1611 millones de dólares. Pese a la disponibilidad de otros insecticidas más amigables con el ambiente, y de las prohibiciones que tiene en el mundo, el clorpirifós se impone sobre los demás desde su aprobación en 1962.

Según el Senasa, el clorpirifós es "altamente tóxico" para las abejas y "muy tóxico" para aves, peces y organismos acuáticos. Lo considera de clase II, es decir, un producto "moderadamente peligroso y nocivo", aunque existen otras clasificaciones que lo señalan como altamente dañino. En 2009, el por entonces Ministerio de Salud dispuso su prohibición para uso doméstico, aunque lo habilitó en el ámbito rural. Es de venta libre.

"Para tener una estimación de la problemática a la que nos enfrentamos, y sólo considerando el total de hectáreas sembradas en la campaña 2017-2018 para la soja en la provincia de Buenos Aires, se habrían liberado al ambiente unos seis millones de litros. Se estima que una persona está expuesta a once litros de pesticidas por año. Falten estudios epidemiológicos, es cierto, pero todos nos damos cuenta de que hay demasiado cáncer en el país", sostiene Melina Álvarez, doctora en Biología, exbecaria del Conicet y hoy investigadora en el área de Química Ambiental de la Universidad Nacional de Hurlingham.

Álvarez, junto a otros investigadores, realizó un análisis de riesgo para establecer un valor máximo permitido para las aplicaciones de clorpirifós, que proteja las especies acuáticas que viven expuestas a este contaminante.

El estudio, recientemente publicado en una revista extranjera especializada en Toxicología y Contaminación Ambiental, incluyó 193 muestras, tomadas de 24 lugares distintos de la Pampa Húmeda, y la comparación de los valores de concentración con 12 niveles guía (uno nacional y once internacionales). La conclusión fue que las frecuencias de aparición del clorpirifós nunca bajaron del 40% de las muestras y en algunos casos llegaron al 100 por ciento.

"Para tener una idea de su toxicidad –explica Álvarez–, consideremos que la Secretaría de Infraestructura y Política Hídrica (la ex Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación) recomienda un valor máximo que ha sido superado en más del 60% de las veces en que se han monitoreado los niveles de este tóxico. Nosotros encontramos que inclusive este valor guía resulta insuficiente para proteger la fauna acuática que habita la región, ya que se afectaría un porcentaje inaceptable de especies. De estos resultados se deduce que existe un riesgo real para los ecosistemas acuáticos, y por eso sugerimos que el límite máximo admisible de clorpirifós debería establecerse en un valor diez veces más bajo que el actual, para asegurar la protección del 95% de las especies acuáticas".

Kaosenlared