Desde el inicio de su carrera en los años noventa, Olafur Eliasson (Copenhague, 1967) ha mostrado interés por proyectos de sensibilización sobre el uso de los recursos naturales y el cambio climático. Es conocido por sus instalaciones a gran escala, en las que sumerge al propio espectador en busca de una reacción directa. Una de las más aplaudidas fue The Weather Proyect (2013), un inmenso atardecer reproducido en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, gracias a un enorme espejo que cubría el techo de la sala, cientos de lámparas monocromáticas que irradiaban luz amarilla y una fina niebla creada mediante la mezcla de agua y azúcar. A lo largo de seis meses, más de dos millones de visitantes experimentaron en sus propias carnes algo parecido a lo que sentirán los habitantes del futuro próximo si no se consigue ralentizar el aumento de las temperaturas del planeta.
Criado entre Dinamarca e Islandia, Eliasson está especialmente preocupado por otra consecuencia del cambio climático: el derretimiento de los polos. En 2015, este artista multidisciplinar instaló en las calles de París una “Brújula de Hielo” creada a partir de doce bloques de hielo macizo organizadas en un círculo de 20 metros. Las 80 toneladas, dispuestas como icebergs flotantes en Groenlandia, fueron derritiéndose poco a poco ante la mirada del público viandante a lo largo de diez días. Como bien dice Eliasson, “la lucha contra el cambio climático no es un desafío científico, sino social. El sector cultural puede cambiar la mentalidad de las personas”.
El independiente