El cambio climático está produciendo que
"países que antes no producían vino hace 20-30 años estén vendiendo este
producto en sus mercados internos e incluso exportándolos", explica
Miguel Agustín Torres, presidente de Bodegas Torres.
Países como Reino Unido, Perú, México, India o China -cuarto productor
mundial de vinos y con más de 500.000 hectáreas cultivadas en su
territorio- son un ejemplo.
Las consecuencias del efecto
invernadero están afectando a nivel mundial. Y el sector primario lo
está notando. Una de estas consecuencias que lastra a los cultivos de
vinos es la escasez de precipitaciones y el aumento de las temperaturas. Para Vicente Sotes, experto del máster en viticultura de la Universidad Politécnica de Madrid, el agua va a ser el problema principal para los territorios y para los viñedos.
Torres centra el 80% de su explotación en Cataluña y ha visto que el incremento de un grado en la temperatura en la zona del Penedès (Lérida)
los últimos 40 años ha afectado de modo directo a la vid. Esto ha
propiciado que la vendimia se adelante en 10 días. A los enólogos de la
compañía les es muy complicado mantener la calidad del producto por
varios motivos: la espera para la maduración de los taninos -elemento que provoca la aspereza de la uva- y la materia colorante.
"El
cambio climático es la mayor amenaza para la viticultura y si sigue
continuando las consecuencias podrían ser desastrosas. Lo que está claro
es que si las temperaturas continúan aumentando tendremos que
plantearnos sustituir algunas variedades por otras, como la Monastrell", cuenta Torres a EL MUNDO. El problema, además del efecto invernadero, es la sensibilidad de la vid en los cambios de temperatura. Para ello, la empresa con sede en el Penedès ha decidido tomar medidas.
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