miércoles, 11 de julio de 2018

Tóxicos y la mirada androcéntrica



La estructura del libro es un acierto, es ameno, de fácil lectura y muy divulgativo. Habla de los tóxicos que existen, cómo penetran en nuestro cuerpo y qué consecuencias tienen para la salud, con recomendaciones al final de cada capítulo sobre cómo prevenirlos. Todo ello sin caer en el miedo, la preocupación obsesiva, la ortorexia o crear un sentimiento de impotencia y derrotismo.

Y sobre todo tiene esa mirada desde el género imprescindible y necesaria en cualquier disciplina, que le permite abarcar una realidad múltiple y poliédrica. La mirada androcéntrica en la ciencia ha provocado sesgos de género importantes en el estudio de la salud, al haber excluido e invisibilizado a las mujeres. Prueba de ello ha sido el patrón androcéntrico utilizado para medir el umbral humano no tóxico en los estudios médicos y farmacológicos: un hombre blanco y joven, sin tener en cuenta otros condicionantes en el modo de enfermar de mujeres y hombres.

En el cuerpo de las mujeres

La vulnerabilidad de los seres humanos ante los contaminantes depende del sexo y de la edad. Vulnerabilidad que es mayor en las mujeres, porque nuestro cuerpo funciona como un bioacumulador de toxinas debido a que tenemos un mayor porcentaje de células grasas que los hombres y este factor biológico nos sitúa en la primera línea de personas afectadas por el deterioro ambiental.


La mayoría de las enfermedades no pueden considerarse en abstracto, sin relación con las condiciones de vida, la biología, sexo o clase social

Los problemas de salud también dependen de las diferencias biológicas, psicológicas y del soporte social que tienen las personas para desarrollar sus vidas. La mayoría de las enfermedades no pueden considerarse en abstracto, sin relación con las condiciones de vida y el ejercicio de determinadas profesiones, ni con la cultura, la edad, etnia o clase social.

La ética del cuidado

Este libro resalta la importancia de la ética del cuidado sobre nuestros propios cuerpos y nos alienta a tener conciencia individual, pero también nos recuerda que la solución necesariamente es colectiva y tiene que venir de las políticas públicas ambientales. Urge crear una nueva ciencia, con formación específica a profesionales en enfermedades ambientales, y contar con todos los grupos que investigan diversos aspectos de la contaminación en la salud humana, sindicatos, grupos ecologistas, feministas y partidos políticos.
                                                  Ecologistas en acción