viernes, 23 de septiembre de 2016

Una partícula contaminante asociada al alzhéimer


De las chimeneas directo al cerebro

Se llama magnetita. Es un compuesto derivado de la actividad industrial que por su pequeño tamaño, menos de 150 nanómetros, se suspende en el aire, entra por nuestra nariz y puede pasar directamente al cerebro a través del bulbo olfatorio. 
Desde hace más de 25 años, cuando se descubrió que estaba presente en el tejido nervioso, los científicos le han seguido la pista y han tratado de entender hasta qué punto su presencia era natural o producto de esa contaminación.
Un grupo de científicos británicos, de la Universidad de Lancaster, acaban de demostrar que, en efecto, en las personas expuestas al aire de ciudades contaminadas, existe un mayor nivel de magnetita depositada en sus cerebros. También nanopartículas de platino, níquel y cobalto. Los investigadores estudiaron 37 cerebros de personas que habían vivido en Ciudad de México, una de las más contaminadas del mundo, o Manchester. Los resultados del trabajo fueron publicados en la revista Procedeedings of the National Academy of Sciences.
El problema con la magnetita es que es tóxica. Una vez dentro de las neuronas causa estrés oxidativo, afecta el funcionamiento normal de la célula, crea partículas inestables que terminan provocando más daño celular.
Trabajos previos han indicado un vínculo de altos niveles de magnetita en el cerebro con alzhéimer. Pero ese debate apenas comienza. Jennifer Pocock, neuróloga del University College London, señaló en un comunicado del Science Media Centre que la evidencia sobre magnetita por contaminación en el cerebro es fuerte, pero aún falta mucho trabajo antes de conectarla directamente con el alzhéimer.