lunes, 20 de enero de 2020

El derecho a la educación

El filósofo y poeta Gibran cuenta en uno de sus poemas:

"Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti, y aunque estén contigo no te pertenece. Puedes darle tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos…porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer". Y termina aconsejando que "la inclinación de la mano sea para la felicidad".

Nuestra Constitución también nos recuerda que el menor tiene sus derechos plenos desde que nace, que somos tutores de los menores y que si nos sobrepasamos en la tutela podemos perderla. Los artículos 20 y 27 son contrarios a la pretensión del 'pin parental' pues el Tribunal Supremo ha dejado bien claro que el sistema educativo no se subordina al derecho de familia.



Yo viví en mi familia una educación de 'padre estricto'. La rigidez de la educación que recibí no me hizo mejor, sino que me hizo sufrir y soportar un yugo del que no me liberé hasta que cumplí la mayoría de edad. No quiero eso para nadie. Busco métodos para educar que favorezcan el crecimiento de los valores de solidaridad, ayuda mutua, integridad, ética y libertad, como un conjunto de principios que conformen a los niños y niñas y les hagan crecer en responsabilidad como ciudadanas y ciudadanos de una sociedad integradora. Educar no es separar ni imponer.

No se puede separar por sexo, ni por etnia, ni por condición económica, ni por religión, ni ideología. Separar por cualquier motivo es socialmente inasumible y políticamente inadmisible en constituciones democráticas. El pin parental que ahora se desea implantar es una huida a un pasado oscuro al que no se puede regresar. Imponer la moral conservadora en la Educación por la presión de la política es destruir los avances de libertad y democracia que se han conseguido.

Es cierto que la familia juega un papel en la sociedad, pero los neoliberales conservadores han incorporado el mito emocional de la familia. Además, le han sumado una visión del Estado y de los muy diferentes asuntos públicos entrelazando los mitos conservadores y los eslóganes de sus contenidos morales. Han recreado una figura de padre estricto que desarrolla sobre su familia el velo de la ignorancia -el pin parental- para conservar una visión patriarcalista de la sociedad.

Un sistema patriarcalista con un concepto ilimitado de la propiedad privada, con una visión de la economía centrada en el principio del beneficio, y con una concepción del mundo como algo que hay que conquistar por encima de todas las cosas. Es la interpretación divina de un mundo a dominar. Someter a la naturaleza como supuesto mandato del progreso. Y el negacionismo ecológico tiene su asentamiento en todo este proceso.

Pero un padre estricto mantiene a su familia sin respuestas. La convierte en una organización reducida de opacidad en donde se imponen conductas y relaciones de autoridad y reglas: en ella lo normal son preguntas sin respuestas, y no hay respuestas a las víctimas del sistema, ni sobre la vida sexual y su desarrollo 'natural'. En ella no se puede hablar de la iniciación del sexo adolescente, ni de preservativos; la discriminación positiva está mal vista. Y se abomina de la visión del ecologismo, el feminismo y las políticas sociales, así como de la política fiscal: se inculca que cuanto menos mejor.

Las palabras significan cosas, nos dice Limhaugh, pero su significado no siempre es el mismo. La palabra 'libertad' aplicada al género no significa lo mismo para un progresista que para un neoliberal. Y más aún, cuando nos aproximamos al ejercicio de la mujer a su derecho a tener o no tener descendencia. La palabra libertad en el léxico conservador significa una cosa y en los ultras se utiliza como una negación. Cuando hablamos de derechos humanos, seguridad, opresión, diversidad, sexualidad, migración, bienestar, ecología, biodiversidad, contaminación y largo etcétera, estamos ante visiones del mundo diferentes.

La descripción de esas visiones nos llevará a escenarios diferentes, y la misión de los educadores es explicarlos. Los buenos educadores abren horizontes; los que educan desde su doctrina, hacen adeptos. Nos sobran sacerdotisas de la moral estricta familiar y tantos padres estrictos que nos imponen las reglas sagradas del patriarcalismo. Buscamos procesos de pensamiento que enriquezcan y nos saquen del discurso triste, que generen una relación entre la política, la ética y la moral pública que conduzcan a nuevas formas del discurso político.

Yo deseo que se hable de libertad e igualdad y no de modelos morales estrictos. Desde una idea del mundo creativa e innovadora en la que la justicia social se incorpore al pensamiento y la conducta ordinaria se viva en un mundo de realidades entre iguales. Huyamos de los rituales de purificación. Huyamos de los dilemas; que nadie pretenda salirse con la suya y haga pagar al resto. La salida que la Filosofía nos recomienda es enseñar que existen distintos puntos de vista sobre la realidad y dar a conocer las diferencias entre ellos.

En el sistema educativo se pueden aprender con facilidad las causalidades directas de las muy diferentes formas de vida y comportamientos. Sin embargo, explicar causalidades sistémicas y complejas de una forma concisa es más complicado. Unas se entienden de forma intuitiva; las otras es preciso enseñarlas y explicarlas muy bien para que todo el mundo comprenda la verdad y los efectos. Y esto ocurre con la personalidad del ser humano, sus visiones sobre el futuro de la sociedad, la forma de vivir la sexualidad sin trabas, el sistema económico o la visión del ecosistema. Si no explicamos la igualdad social, de género y de las naciones no sabremos por qué no debemos alinearnos con quien defiende que los hombres están por encima de las mujeres, una nación por encima de otra, o que una raza es superior a otra. El mundo no es un rompecabezas si las preguntas básicas las respondemos a su tiempo.
José Molina

¿Qué les dirán esos padres y madres a sus criaturas? “Pablito, hoy te voy a prohibir ir a clase porque pretenden enseñarte a respetar a quien no se parece a ti”. “Hoy mejor te quedas en casa Laurita, que quieren explicarte por qué no tienes que soportar que una pareja te controle”. “Lo siento Nachete, no es conveniente que aprendas a normalizar lo que sientes”. Esos padres creen que impedir a sus hijas e hijos acceder a la información es la mejor manera de prepararles para el mundo, en lugar de brindarles todas las herramientas posibles para que sean libres y piensen por sí mismos. Taparles los ojos, no dejar que escuchen y no ayudarles a entender es el sumun del cuidado y de la protección. Convertirles es personas intolerantes, rígidas e incultas es toda una demostración de amor.

La verdadera razón que se esconde tras la propuesta del ‘pin parental’ no es proteger a los hijos sino paliar el miedo de los padres. Sofocar el terror que les provoca ser cuestionados. Librarles del esfuerzo que supone el cambio. Excusarles de tener que hacer mejor las cosas y dejar que miren para otro lado. El ‘pin parental’ está hecho a la medida de unos tutores cobardes y vagos. Algunos argumentan que es para evitar que se imponga la ideología de género, sin reparar en que toda la educación que hemos recibido ya tiene una. Se llama machismo y el conocimiento es la única forma de detectarlo y combatirlo. El machismo está en los ejemplos sexistas de los problemas matemáticos, en la ciencia que basa sus estudios en el cuerpo masculino, en la historia que invisibiliza los logros de las mujeres y hasta en la censura que supone no hablar en los libros de historia de uno de los mayores logros de la humanidad: la democracia o lo que es lo mismo, el feminismo.
El 'pin parental' está hecho a la medida de unos tutores cobardes y vagos

Todos deberíamos estar en contra de esta iniciativa, no sólo porque vulnera el derecho a la educación, sino porque también tiene consecuencias para el resto de población. Quienes insultan y atacan a las personas de otras culturas, creencias o tendencias sexuales son personas a las que les falta conocimiento. Quienes maltratan y vejan a las mujeres son personas a las que les falta conocimiento. Quienes niegan el feminismo y se oponen a la igualdad son personas a las que les falta conocimiento. La libertad es tener la posibilidad de elegir. Pablo, Laura y Nacho merecen estar preparados para desenvolverse en una sociedad diversa, igualitaria y tolerante, sin quedarse al margen y estar condenados a repetir los mismos errores que sus padres.
Yolanda Domínguez