jueves, 16 de marzo de 2017

Minerales de conflicto

La Unión Europea tiene la oportunidad de acabar con los ‘minerales de sangre’

El parlamento Europeo legisla contra los  llamdos 'minerales de conflicto' y obliga a las empresas europeas a asegurarse de que las materias primas que importan no provegan de zonas en conflicto
Publico

Los metales presentes en nuestros aparatos electrónicos han financiado una violencia indescriptible en la República Democrática del Congo.

El primer niño soldado sale de la espesura de la selva con un fusil de asalto AK-47 en una mano y un manojo de brotes frescos de marihuana en la otra. El chiquillo, de 14 o 15 años, exhibe una gran sonrisa dentona y traviesa, como si acabase de robar algo –cosa muy probable–, y lleva puesta una peluca femenina con trenzas postizas. En unos segundos emergen otros diez o doce chavales armados hasta los dientes y ataviados con raídas prendas de camuflaje y camisetas mugrientas, bloqueándonos el paso en la pista de tierra roja que tenemos delante.
Estamos en la carretera que lleva a Bavi, una mina de oro bajo control rebelde situada en la salvaje franja oriental de la República Democrática del Congo (RDC). La RDC es el país más extenso del África subsahariana y, en teoría, uno de los más ricos, una cornucopia de la abundancia llena de diamantes, oro, cobalto, cobre, estaño, tantalio y muchos otros minerales: recursos naturales por valor de billones y billones de eu­­ros. Pero por culpa de una guerra interminable, es una de las naciones más pobres y traumatizadas del mundo. Resulta inexplicable, hasta que comprendes que las minas controladas por grupos armados en el este del país se dedican a abastecer a las empresas de electrónica y joyería más importantes del mundo y, a la vez, a alimentar el caos. Sí, es posible que su ordenador portátil –o la cámara, o la consola, o la cadena de oro– lleve en su interior una pizca de dolor congoleño.
La mina de Bavi es el ejemplo perfecto. La controla un barrigudo señor de la guerra llamado Cobra Matata, aunque quizás hablar de «control» sea exagerado. Aquí no hay frentes nítidos que marquen dónde se extingue definitivamente el poder del Gobierno y comienza el territorio de Cobra. Lo que hay son grados indefinidos y confusos de influencia, a menudo muy marginal, con unos cuantos leales al Gobierno congoleño tumbados a la sombra de un mango; unos tres kilómetros más adelante, un grupito de niños soldado de Cobra fumando hierba, y nada en medio de unos y otros, tan solo la jungla de color esmeralda, deshabitada, inmensa.
National geographic

Canción original de Asa