“El hombre salvaje es un mito distintivo de a civilización occidental, y una de sus claves”, afirma Bartra. El salva en el espejo parte de la impresión que provocó en Bartra la crónica de Bernal Díaz del Castillo sobre la fiesta organizada en la plaza mayor de México por los conquistadores españoles para celebrar la paz de Algues-Mortes. Montaron un bosque artificial e hicieron evolucionar por él a salvajes representando exóticas escenas. Lo curioso del caso es que esos salvajes de teatro no eran indios, como parecería lógico, sino europeos peludos y armados con garrotes. Para Bartra, los conquistadores “se habían traído su propio salvaje para evitar que su ego se disolviera en la extraordinaria otredad que estaban descubriendo”.
A partir de esta curiosa imagen, el antropólogo se lanzó a un recorrido por los hombres salvajes de la tradición occidental, en la literatura y la iconografía.
Y El salvaje en el espejo es ese fascinante viaje, desde los agrioi griegos (centauros, silenos, sátiros, ménades, cíclopes), hasta el Calibán de Shakespeare, el caníbal de Montaigne y el cervantino Cardenio, al que Don Quijote encuentra viviendo desnudo en Sierra Morena.
Jacinto Antón